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Maestros del Futuro: Carl Sagan

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Científico, escritor, divulgador, buena persona. Un paladín de la ciencia en un tiempo en el que ésta pudo haber aniquilado a la raza humana en medio de una guerra termonuclear. Un maestro dispuesto a enseñar en palabras comprensibles a todo aquel dispuesto a escuchar.

Es difícil separar al Sagan hombre, de la leyenda en la que se convirtió incluso mientras vivía. La unanimidad de  personas que alguna vez se relacionaron con él, lejos de desmentirlo, sólo aumentan la altura de su genialidad, cómo testigos presenciales que afirman la veracidad del hecho.

Pero, ¿quién era, realmente, Carl Sagan? En este artículo intentaré develar esa pregunta, para así conocer mejor a una de las personas más influyentes del siglo XX, y quizás, con suerte, del XXI (aún sin haberlo transitado).

Un niño más

Por su gran relevancia en el mundo actual, alimentada por el reciente estreno de la serie Cosmos que alguna vez escribiera y condujera, podríamos pensar que Sagan era una persona relativamente joven. Y de hecho lo era, sobre todo por su mentalidad abierta, moderna y científica. Pero él creció y vivió en un mundo que ya pertenece más a los libros de Historia que al nuestro propio.

Nacido en 1934, provenía de la dura y penosa época de entreguerras, un tiempo especialmente malo si añadimos el gran crack del 30′ de la bolsa estadounidense. En ese marco histórico, siendo hijo de una familia humilde, Carl dió sus primeros pasos en el famoso y complicado barrio de Brooklyn, en New York.

Quizás su vocación pedagógica y desinteresada provenga de aquellas épocas, en las que su curiosidad e ideas eran la llave de encontrar un mañana más dulce, y una vida mejor. De allí justamente, gracias a la EXPO New York 1939, una muestra de tecnología avanzada y futurista, fue que el pequeño de 5 años descubrió una pasión irrefrenable por entender las cosas que lo rodeaban.

Pudo ver el futuro, al mirar una de las primeras televisiones funcionales de la Historia. Estaba fascinado. Así como por una cápsula del tiempo. Algunos afirman que aquella fue la semilla que luego resultaría en dos mensajes a futuro de una relevancia completamente distinta: los discos dorados de las sondas Voyager, y la placa de la Pioneer.

Consciente o no de la influencia que aquello acusó en su persona, Carl Sagan repetiría la misma idea que impulsara a la exposición: llevar el conocimiento a todas las personas posibles. Desde el adulto más laureado y rico, al pequeño de 5 años más pobre. Nunca se sabe, de donde vendrá el próximo gran genio…

Hombre de Ciencia

Como científico, sus logros tampoco fueron menores. Impulsor, consejero y parte de la NASA, especialmente de los viajes espaciales a la Luna y el espacio entero, el astrónomo y astrofísico cultivó en el ambiente académico y especializado una filosofía que pronto fue admirada y respetada por sus pares.

Predijo las condiciones reinantes en en planteta Venus, hasta ese entonces considerado medianamente templado, cósmicamente hablando. Sus estudios sobre el calentamiento global de “la estrella del alba”, que la retrataron como un lugar seco, ardiente e inhóspito, serían comprobados a posteriori. No es menos, considerando que fue décadas antes de que se supiera que algunas de esas condiciones podían replicarse en la Tierra por la contaminación.

Carl Sagan

Sagan también sería uno de los primeros, y el más relevante sin dudas, de los Astrobiólogos. Aportando algo de credibilidad y sobre todo ciencia, a las teorías que especulaban sobre la vida en otros mundos distintos al nuestro. Sus informes sobre Titán, una de las lunas de Saturno, y Europa, de Júpiter, determinaron algo que aún queda por comprobar: que ambos mundos podían albergar algún tipo de vida, radicalmente nueva y distinta a la que aquí habita. Asimismo, demostró que era posible crear moléculas orgánicas por medio de procedimientos químicos simples, como sucede de hecho en la niebla que cubre Titán.

Vemos de esta forma que el neoyorkino contaba con amplias metas logradas en materia científica, que ayudaron sin lugar a dudas a cimentar el respeto de sus colegas. Un punto muy importante, considerando que algunas de sus teorías eran definitivamente arriesgadas para su época.

Su espíritu de aventura, su pasión por el espacio y las ciencias, son un modelo a seguir, un espejo en el que incontables científicos en adelante, se han visto reflejados.

Maestro del Mundo

A pesar de sus más que meritorios logros, como ya dije anteriormente Carl Sagan parece nunca haber olvidado que si se interesó por las ciencias, fue por una muestra abierta al público. Ese llamador, pequeña nota en su memoria, lo llevaría a convertirse en el divulgador científico más importante del Siglo XX, con creces.

Su tarea no era únicamente de reclutamiento científico, sino además de pedagogía global. Trataba, por todos los medios posibles, de explicar algunos de los conceptos más difíciles de la ciencia, de la forma más simple y comprensible que pudiera. Incluso algunos que él mismo había tardado años en entender.

Lo haría primero en libros, cómo Los dragones del Edén, Contacto (que luego se llevaría al cine),o Cosmos que publicaría luego de la gran serie que marcó su fama e influencia a fuego en la memoria de muchos. Fue con la gran producción televisiva que contó a millones de personas sobre sus propios orígenes, el funcionamiento del mundo, y los secretos más íntimos del cosmos que somos parte.

Carl Sagan

(Su labor didáctica es una marca registrada que inspiró a miles)

Además de la famosa serie, Sagan se convertiría en una excelente fuente de conocimientos a la que todo tipo de personajes recurrirían. Su opinión era la de una eminencia altamente respetada, pero aún así humilde y sincera. Prueba de ello es el colosal repertorio de frases suyas, una mejor que la otra. Una muestra, una prueba más, de la afinadísima mente del que supo ser maestro de millones.

¿Quién era yo?

Al retratar personajes históricos, es común que nos encontremos con la ligera capa dorada de la nostalgia, que cubre todo y lo hace ver un poco mejor de lo que realmente era. O se matizan sus aspectos negativos y buenos.

En el caso de Carl Sagan, su imagen de persona preocupada por el prójimo y completamente abierta, llega a nosotros por medio de sus compañeros, colegas y amigos. Que en muchos casos, compartían las tres categorías. Como en el caso que Neil deGrasse Tyson contara al final del primer episodio de Cosmos, del día en que Sagan, lo invitó a pasar el día en su casa, para conocerlo mejor. “¿Quién era yo?”, decía el presentador, “yo era un joven de 17 años del Bronx (otro barrio complicado de New York), y allí estaba, siendo invitado por el científico más importante de mundo”. El motivo era hablar de su futura educación en la universidad, como astrofísico.

“Al final del día, él me llevó de vuelta a la estación de autobuses. La nieve caía con fuerza. Él escribió su número de teléfono, el número de teléfono de su casa, en un trozo de papel. Y dijo: ‘Si el autobús no puede pasar, llámame. Pasa la noche en mi casa, con mi familia’

Yo ya sabía que quería ser un científico, pero esa tarde aprendí de Carl el tipo de persona que quería ser.”

Así como Neil, muchos tenemos algún recuerdo especial de ese tipo, aunque sea más distante, relacionado con el Maestro del Futuro. Hasta yo tengo el mío.

Cuando tenía 8 años, por alguna razón azaroza que escapa a mi entendimiento, una lista de correos proveniente de “La Oficina de Relaciones Públicas” en JPL (Jet Propulsion Laboratory) llegó a mis manos. La habíamos conseguido por el consejo y mediación de una amiga de mi madre, cuyo hijos también eran mis amigos. En ella, se especificaban los lugares a donde uno podría mandar cartas para solicitar información referida al programa espacial.

En la mayoría de ellos se ven cruces, destacando que no hubo respuesta alguna. Pero uno, uno tiene un marquita y aclaración: Contestó. Se trataba de The Planetary Society, una organización fundada por Carl Sagan, enfocada en la cooperación, aprendizaje y desarrollo espacial a escala global. ¿Quién era yo?, yo era un niño de 8 años, del interior argentino, pidiéndole información sobre el cosmos a algunas de las luminarias más destacadas del mundo entero.

Aún recuerdo cuando llegó el descomunal sobre. Estaba cargado con fotos inmensas en alta resolución de todos los planetas provenientes del Hubble, con descripciones precisas y actualizadas de cada uno. Con un magazine lleno de cosas interesantes y notas sobre Europa (el planeta). Datos sobre la geología de Marte y los avances en satélites y telescopios. Todo esto, completamente gratis, salvo el estampillado de un peso para mandar la carta inicial.

En su interior, sobre todas los contenidos, un mensaje pequeño en fotocopia. “Únete a La Sociedad. ¡Te va a gustar!”. En la inconfundible letra de Carl Sagan, con fibrón negro.

Carta de Carl Sagan

Pero lo que más me sorprende, a día de hoy, es que cuando esa carta llegó a mis manos, Carl había muerto ya hacía dos años. En 1996 se unió a las estrellas que tanto amaba. ¿Porqué entonces sus compañeros de La Sociedad seguían mandando aquel mensajito? Me gusta creer que es su forma de rendir honor a su viejo camarada y amigo. De que, de alguna forma, con ese pequeño gesto tan sincero, se empape de su corazón abierto a todos, sin importar de donde sean o vengan.

Quizás por eso me emocioné tanto, tal y cómo al contar esto ahora, al ver a Neil deGrasse Tyson cerca de las lágrimas al relatar su historia. Porque sabía que no era actuado, ni un respeto obligado. Era verdad. Ése, era Carl Sagan.

Para continuar con nuestra tradición, cederé el espacio final al Maestro de tantos. A aquel que quizás inspiró a algunos de los científicos más importantes del futuro. Y que llevó la ciencia al lugar que merece, el de todos. Con las palabras finales de su libro Cosmos, les dejo a Carl Sagan, Maestro del Futuro:

“Porque nosotros somos la encarnación local del Cosmos que ha crecido hasta tener consciencia de sí. Hemos empezado a contemplar nuestros orígenes: ¿Sustancia estelar que medita sobre las estrellas? Conjuntos organizados de decenas de miles de billones de billones de átomos que consideran la evolución de los átomos y rastrean el largo camino a través del cual llegó a surgir la consciencia, por lo menos aquí. Nosotros hablamos en nombre de la Tierra. Debemos nuestra obligación de sobrevivir no sólo a nosotros sino también a este Cosmos, antiguo y vasto, del cual procedemos.”

El artículo Maestros del Futuro: Carl Sagan apareció primero en Tecnovortex.


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